terça-feira, 23 de agosto de 2022

FERNÃO LOPES, EL PADRE DE LA HISTORIOGRAFÍA PORTUGUESA

 




La memoria del trono portugués

 

Fernão Lopes es considerado el padre de la historiografía portuguesa y una de las principales figuras de la Literatura medieval. Nacido en Lisboa, hacia 1380, fue escribano y cronista oficial del reino de Portugal y 4º jefe de guardia de Torre do Tombo. En 1434, fue condecorado como Vasallo del rey, un título que solo se otorga a una persona en la que el rey confía mucho. Permaneció como jefe de guardia de la Torre do Tombo hasta 1454.

 

D. Duarte, hijo del rey João I y de D. Filipa de Lencastre, mucho antes de asumir el trono, preocupado por conservar la memoria del reino y del pueblo, comenzó a registrar las tradiciones del reino. El monarca inició una vasta empresa de carácter historiográfico con el objetivo de construir una memoria real de Portugal. En 1418, el rey nombró a Fernão Lopes para el cargo de “principal cronista del reino”.




Contexto histórico

 

El Humanismo expresó la profunda creencia en el hombre como dueño de su destino, rompiendo con la fuerte influencia de la Iglesia y el pensamiento religioso. Comenzado en Italia, el movimiento se extendió por toda Europa. En Portugal, la fecha que marca el inicio del Humanismo es el año 1418, cuando Fernão Lopes fue nombrado guardián de los archivos del Estado. Sus crónicas históricas se convirtieron en un hito del Humanismo en Portugal.

 

Fernão Lopes actuó en un contexto cercano a los hechos recientes en la memoria de los portugueses. Las más significativas fueron la Crisis de 1383-1385 y la Batalla de Aljubarrota (1385). La batalla innovó las tácticas militares, permitiendo que los hombres de armas a pie pudieran derrotar a la poderosa caballería. En el terreno diplomático, permitió la alianza entre Portugal e Inglaterra, que perdura hasta la actualidad.




La revolución de Avis

 

En Portugal, durante la Baja Edad Media, tuvo lugar la Revolución de Avis, de 1383 a 1385. También conocida como la Crisis de 1383, hace referencia a la sucesión de hechos y conflictos que tuvieron lugar en Portugal y que dieron como resultado el fin de la Dinastía Afonsina y el comienzo de la Dinastía Avis. La principal consecuencia fue el debilitamiento del poder monárquico ante las presiones localistas que aún subsistían en los pequeños distritos territoriales del Reino y la coronación de João, Maestre de Avis, como D. João I y Rey de Portugal en 1385.

 

La primera dinastía, también conocida como Afonsina o Borgoña, fue fundada por D. Afonso Henriques, que se autoproclamó rey en 1139, y continuó hasta D. Fernando I, que murió en 1383, dando lugar a una crisis sucesoria que sólo se resolvió con el surgimiento de una nueva línea de sucesión.

 

La gran importancia de la Revolución de Avis está relacionada con la consolidación de Portugal como nación y la salida de Castilla de las pretensiones de anexar Portugal a su territorio. La victoria sobre el reino de Castilla estableció definitivamente la independencia de Portugal, bajo el mando de Don João I. El apoyo de la burguesía comercial fue decisivo, ya que ayudó a proporcionar los recursos económicos necesarios para el mantenimiento del Ejército. La dinastía duró hasta la muerte del Cardenal-Rey D. Henrique el 31 de enero de 1580 sin dejar heredero legítimo.



En el aspecto político, D. João I se consolidó como rey de Portugal con el reconocimiento de la legitimidad de la dinastía Avisian a través de la firma del Tratado de Windsor, en 1386, entre Portugal e Inglaterra y su matrimonio con D. Filipa de Lencastre . Resolvió la disputa que dividía el Reino de Portugal del Reino de León y Castilla, allanando el camino bajo la Dinastía Avis para uno de los momentos más notables en la historia de Portugal, la Era de los Descubrimientos.

 

Popular, D. João I, sucedió a D. Duarte, un rey más afín a la aristocracia. Creció el poder feudal de los hijos de D. João I y con él el predominio de la nobleza, que había sido seriamente sacudida por la crisis de la independencia. Poco después de la muerte de D. Duarte, se produjo la guerra civil, la insurrección de Lisboa contra la reina viuda D. Leonor de Aragão y la elección del infante D. Pedro.

 

Ciertamente, Fernão Lopes había tomado contacto con testimonios de los hechos, pues estos hechos fueron relatados en su Crónica de D. João I, de 1443. De esta manera, consultó a los protagonistas implicados en la resistencia contra Castilla y en la paz firmada en el año 1411 con el mismo reino, mediante el Tratado de Ayllón, ratificado en 1423. Así, D. Duarte nombra a Fernão Lopes para que anote las hazañas de la dinastía Avis.

 

Renovador de la crónica histórica

 

Fernão Lopes se distinguió de sus antecesores por heredar tradiciones clásicas, francesas e ibéricas y por dar gran importancia al análisis crítico de la Historia y al testimonio documental de los hechos, para relatar los hechos como realmente sucedieron, con verdad y objetividad, depurando las opiniones parciales, sesgos, exageraciones retóricas y leyendas.



De manera innovadora, presentó al pueblo como un importante agente histórico, minimizando el papel casi exclusivo de los reyes y la aristocracia. Por ello, se le considera un renovador del género de la crónica histórica. Lopes fue uno de los precursores de la historiografía científica y el fundador de la historiografía portuguesa.

 

Fernão Lopes tenía una formación intelectual considerable, una sensibilidad humanista y un estilo literario ágil y ameno. Su obra se basó en la oralidad y el universo popular, sin descartar las referencias eruditas. De sus diversas obras sólo quedan las crónicas de D. Pedro, D. Fernando y D. João I.

 

Características de la escritura de Fernão Lopes

 

Fernão Lopes tenía un estilo de escritura personal, por lo que se convirtió en un hito en la literatura medieval. Enfatizó las características populares en detrimento del protagonismo habitual. Su lenguaje coloquial atrajo a muchos admiradores, personas que apoyaron su forma de escribir y dieron más valor a su obra, especialmente a las crónicas históricas. Si bien su prosa se inicia en la época del Trovadoresco, sólo adquiere notoriedad durante el Humanismo.




Contemporáneo del ascenso de la Dinastía Avis al trono de Portugal, Fernão Lopes sintió de cerca la fuerza del pueblo en las luchas por la libertad y consideró ese aspecto en el proceso de desarrollo histórico. La historia de un pueblo, a su juicio, no sólo estaba constituida por las hazañas de reyes y caballeros, sino también por los movimientos populares y las fuerzas económicas. Además del ambiente de las cortes, también describió los pueblos, las rebeliones callejeras, las guerras, el sufrimiento de la población y la alegría de las victorias de su pueblo.

 

El cuidado en fundamentar la versión de los hechos, recurriendo a fuentes narrativas o documentales, le dio la credibilidad que merecía. Fernão también escribió obras en prosa de gran calidad literaria. Algunas páginas que sirvieron de modelo y estilo fueron las que describían la Revolución de 1383, basadas en relatos de personas que habían presenciado los hechos revolucionarios de 1383 a 1385.

 

Método de trabajo

 

Para Fernão Lopes, el afecto es inherente a la condición humana, que escapa al control racional. Así, considera que las pasiones del narrador y ciertas influencias y predisposiciones psicológicas y sociales modifican la narración, lo que implicaría una dificultad para aprehender la verdad. De ahí la necesidad del cronista-historiador de controlar los afectos mundanos (los afectos mundanos, categoría amplia que incluía las predisposiciones y condicionamientos psicológicos, sociales y políticos del hombre), para garantizar el espacio de autonomía del discurso histórico, separando los deseos e intereses particulares. De esta forma, entiende que los atributos del cronista deben ser la exención y la autoridad.




Mesmo inferindo que a mundanall afeiçom afeta a todos os homens, ele entende que ela muda de acordo com os grupos sociais em diferentes níveis de subjetividade. Assim, analisa a mundanall afeiçom em dois grupos:

 

Os da ordem senhorial, mais próximos ao rei - ela se caracterizaria pelos valores tradicionais presos ao servilismo ao rei e ao modelo panegírico, conferindo uma parcialidade e um artificialismo que poderia trazer um falseamento da realidade. Um panegírico era, originalmente, na Grécia Antiga, o discurso de caráter encomiástico ou laudatório que era pronunciado em grandes reuniões festivas do povo. Na Roma Antiga, denominava-se "panegírico" o discurso que os cônsules romanos pronunciavam diante do imperador, depois de serem eleitos, manifestando-lhe seu respeito e admiração.

 

Os mais distantes da ordem senhorial e do rei - seriam os portadores da "nua verdade", pois a mundanall afeiçom destes corresponderia aos laços de afeição e paixões naturais do homem, portanto, desligada do artificialismo e cerimônias do servilismo. 




Obras principales

 

El autor logró unir Historia y Literatura. Produjo varias obras a través de un lenguaje sencillo y lleno de diálogos. De las crónicas que escribió sobre la historia de Portugal, sólo tenemos tres identificadas con certeza:

 

  • Crónica de D. Pedro I (1434),
  • Crónica de D. Fernando (1436)
  • Crónica de D. João I (1443) (primera y segunda parte)

 

También hay una narración que habla de los primeros siete reyes de Portugal, conocida como la Crónica de 1419, un conjunto de narraciones sobre los primeros siete reyes de Portugal. Según algunos estudiosos, también sería una obra propia.

 

Mucho más controvertida es la autoría de la Crónica de D. Afonso IV, la Crónica de D. Afonso III o D. Sancho II y la Crónica do Conde D. Henrique. Su autoría de la Crónica del Condestable, que se postuló durante algún tiempo, está ahora completamente desacreditada.

 

La Crónica de D. João I, que tiene al rey como protagonista, es un documento, en cuanto pretende dejar constancia y probar los hechos considerados dignos de memoria. También es un monumento, ya que pretende perpetuar la exaltación de las hazañas reales, con la construcción de tumbas, la fundación de capillas reales y la construcción de palacios reales como el de Sintra o el Monasterio de Batalha.


 

Fernão Lopes siguió siendo el cronista oficial del reino hasta 1448 cuando el rey Afonso V (1438-1481) nombró a Gomes Eanes de Azurara como cronista principal del reino.


Biografía

 

Fernão Lopes nació en Lisboa, hacia 1380. Fue escribano y cronista principal del Reino de Portugal. Durante más de 20 años registró la memoria del pueblo y del reino desde la primera dinastía (Afonsina o Borgoña) hasta el reinado del rey João I (Avis). Fue considerado el mayor cronista histórico de Portugal.

 

De origen humilde, nada se sabe de su formación intelectual, pero sí de su trayectoria profesional. El primer registro que tenemos de él data de 1418 cuando fue nombrado guardián del archivo Torre do Tombo, el archivo Regio, en Lisboa. Entre 1419 y 1433 fue secretario de D. João I, primer rey de la segunda dinastía real, la dinastía Avis.

 

En 1419 fue citado como el "escriba de los libros" de D. João I, y debió ser por esta época cuando D. Duarte le encargó que plasmara en crónicas las gestas de los reyes portugueses. En una carta de 1422 aparece con la función de registrador de la pureza del infante D. Fernando.


Estuvo casado con una tía de la mujer del zapatero Diogo Afonso, dejando un hijo, el maestro Martinho, que fue "físico" (médico) del infante D. Fernando. Martinho tuvo un hijo bastardo llamado Nuno Martins.


La última información conocida sobre él es que todavía estaba vivo en 1459, cuando impugnó los derechos de un nieto ilegítimo a su herencia. La fecha de su muerte es incierta. Según la información del prólogo de la Chronica de El-Rey D. Pedro I, escrita por Luciano Cordeiro, tras dejar el cargo de jefe de guardia, Fernão Lopes habría vivido otros cinco años, muriendo a los 80 años.







quinta-feira, 11 de agosto de 2022

MICHEL DE MONTAIGNE Y LA DUDA COMO ARMA CONTRA EL FANATISMO RELIGIOSO

 







Michel de Montaigne (Michel Eyquem de Montaigne), fue un filósofo, escritor y humanista francés considerado el inventor del género del ensayo personal cuando publicó su obra Ensayos, en 1580. En ellos, escribió uno de los autos ensayos más cautivadores e íntimos jamás realizados, junto con los de San Agustín y Rousseau. Fue influenciado por diversas corrientes filosóficas, especialmente el HumanismoRenacentista.


Michel de Montaigne nació en el castillo de Montaigne, en Saint-Michel-de-Montaigne, en la región de Burdeos en Francia. Todos los miembros de su familia le hablaban sólo en latín. Como resultado, el niño no aprendió francés hasta los seis años, cuando fue admitido en el Collège de Guyenne en Burdeos. No está claro dónde o si Montaigne estudió Derecho. Lo único que se sabe con certeza es que su padre le compró un despacho en la Corte de Périgueux.


Contexto histórico

 

Viviendo en la segunda mitad del siglo XVI, Montaigne fue testigo del declive del optimismo intelectual que marcó el Renacimiento. La Reforma calvinista, seguida de cerca por la persecución religiosa y las Guerras de Religión (1562-1598) sacudieron las inmensas posibilidades humanas surgidas de los descubrimientos de los viajeros del Nuevo Mundo, el redescubrimiento de la antigüedad clásica y la apertura de horizontes académicos a través de las obras de los humanistas. Estos conflictos fueron en realidad guerras políticas y civiles, así como religiosas, marcadas por grandes excesos de fanatismo y crueldad.



Las ideas de Michel de Montaigne

 

Bajo la influencia de su amigo La Boétie, el filósofo adopta la estoica pretensión de alcanzar la verdad absoluta. Sin embargo, su espíritu vive más con la duda, y la experiencia estoica ciertamente marcó, para siempre, la ruptura de Montaigne con cualquier idea de verdad absoluta. El estoicismo fue una escuela y doctrina filosófica surgida en la Antigua Grecia, que valoraba la fidelidad al conocimiento y se centraba en todo aquello que sólo puede ser controlado por la propia persona, despreciando todo tipo de sentimientos externos, como las pasiones y los deseos extremos.

 

Montaigne también fue seducido por los filósofos del escepticismo, doctrina según la cual el espíritu humano no puede alcanzar ninguna certeza sobre la verdad, lo que se traduce en un procedimiento intelectual de duda permanente y en la abdicación de una comprensión metafísica, religiosa o absoluta de lo real. Según estos filósofos, si el hombre nada sabe de sí mismo, ¿cómo puede saber tanto del mundo y de Dios y de su voluntad? La duda es para Montaigne un arma contra el fanatismo religioso.



Educación dirigida a la comprensión y la conciencia.

 

Montaigne consideró que la educación debe formar seres humanos enfocados en la investigación y las conclusiones, al mismo tiempo que ejercitan la mente para un posicionamiento crítico del individuo. En palabras del filósofo: sólo nos ocupamos de llenar nuestra memoria, y dejamos vacío el entendimiento y la conciencia. La enseñanza debe estar ligada al empirismo, doctrina según la cual todo conocimiento proviene únicamente de la experiencia, limitándose a lo que se puede captar del mundo externo, a través de los sentidos, o del mundo subjetivo, a través de la introspección, es decir, a través de experiencias prácticas.

 

El esquema de memorización y el uso de libros, basado en la cultura libresca del Renacimiento, alejaría a los estudiantes del conocimiento. En la cultura del libro, los estudiantes no aprenderían rápido y aun así, no tendrían la práctica para resolver varios problemas muy importantes, vinculados al desarrollo humano y moral.

 

En el campo de la educación se debe respetar la personalidad del niño para formar un hombre honesto capaz de reflexionar por sí mismo. Este hombre debe buscar el diálogo con los demás, teniendo un sentido de relatividad sobre todas las cosas. Así podrá adaptarse a la sociedad donde deberá vivir en armonía con los demás hombres y con el mundo. Será un espíritu libre y libre de creencias y supersticiones.



Escepticismo combinado con el deseo de verdad

 

Teniendo en cuenta la época de disimulo, corrupción, violencia e hipocresía en la que vivió, no es de extrañar que el punto de partida de los Ensayos se sitúe en la negatividad, la negatividad del reconocimiento de Montaigne del imperio de las apariencias y la pérdida de conexión con la verdad del ser.

 

El escepticismo de Montaigne se refleja en el título francés de su obra, Essais o Intentos, que no implica una transmisión de conocimientos probados o una opinión confiada, sino un proyecto de prueba y error. Ni una referencia a un género establecido ni una indicación de una unidad y estructura interna necesaria dentro de la obra. El título indica una actitud intelectual de cuestionamiento y evaluación continua.

 

Su escepticismo no excluye la creencia en la existencia de la verdad, pero constituye una defensa contra el peligro de ubicarla en nociones falsas, no examinadas e impuestas desde el exterior. Esto conduce al rechazo de las ideas comúnmente aceptadas ya una profunda desconfianza hacia las generalizaciones y abstracciones; también muestra el camino hacia una exploración del único reino que promete certeza: el de los fenómenos concretos y, sobre todo, el fenómeno básico de su propio "yo" cuerpo y mente.




Este yo, con todas sus imperfecciones, constituye el único lugar posible donde puede comenzar la búsqueda de la verdad, y por eso Montaigne no deja de afirmar que yo mismo soy el sujeto de mi libro. Descubre que su identidad, su “forma maestra” como él la llama, no puede definirse en términos simples de un yo constante y estable, ya que es algo cambiante y fragmentado, y que la apreciación y aceptación de estos rasgos es la única garantía de autenticidad e integridad, única forma de permanecer fiel a la verdad de tu ser y naturaleza y no a las extrañas apariencias.

 

Sin embargo, a pesar de su insistencia en que el yo proteja su libertad de las influencias externas y la tiranía de las costumbres y opiniones impuestas, Montaigne cree en el valor de ir más allá del yo. De hecho, a lo largo de sus escritos, como lo hizo en su vida privada y pública, manifiesta la necesidad de mantener vínculos con el mundo de otras personas y eventos.

 

Para este necesario ir y venir entre la interioridad del yo y la exterioridad del mundo, utiliza la imagen de la sala y la trastienda: el ser humano tiene una habitación que da a la calle, donde se encuentra e interactúa, y un dormitorio para fondos. Siempre debe retirarse a la trastienda del yo más privado, donde puede reafirmar la libertad y la fuerza de la identidad íntima y reflexionar sobre los caprichos de la experiencia.


El ensayo como nuevo género literario

 

En marzo de 1580, Michel de Montaigne publicó la primera edición de Ensayos, compuesta por dos libros divididos en 94 capítulos. Se publicó una segunda edición en 1582 y una tercera apareció en 1588. Su libro se convirtió en una de las obras más importantes e influyentes del Renacimiento y tuvo una profunda influencia en el pensamiento moral europeo en los siglos XVII y XVIII.




La obra consagró al ensayo como un nuevo género literario, donde el escritor realiza reflexiones personales y subjetivas sobre diversos temas, entre ellos la religión, la educación, la amistad, el amor, la libertad, la guerra, etc.

 

Conceptualmente, los Ensayos reflejan los valores clásicos de las corrientes escéptica, estoica y epicúrea de la filosofía helenística. El epicureísmo fue la escuela filosófica creada por Epicuro de Samos a mediados del siglo IV a. que establece que, para alcanzar un estado de completa libertad, tranquilidad y ausencia de miedo, el individuo debe permanecer en la búsqueda de placeres moderados.


Michel de Montaigne le dio ese nombre porque la obra no era ciencia ni literatura, solo opiniones personales. Reunida en tres volúmenes, fue la única obra suya publicada siendo considerada un hito para el nacimiento del género del ensayo personal. Los artículos que merecen ser destacados son: De los caníbales, Sobre la Vanidad, Sobre la Amistad, De los Libros y Diario de viaje.




Europa occidental más bárbara que los nativos del Nuevo Mundo

 

Montaigne extiende su curiosidad por los demás a los habitantes del Nuevo Mundo, a quienes conoció a través de su gran interés por los relatos de viajes orales y escritos y a través de su encuentro en 1562 con tres indios brasileños que el explorador Nicolás Durand de Villegagnon trajo de vuelta a Francia.

 

Dando un ejemplo de relativismo y tolerancia cultural, encuentra a estas personas, en su fidelidad a la naturaleza misma y en su dignidad cultural y personal y sentido de la belleza, muy superiores a los habitantes de Europa Occidental que, en las conquistas del Nuevo Mundo y en sus propias guerras internas, demostraron ser los verdaderos bárbaros. El sufrimiento y la humillación impuesta a los nativos del Nuevo Mundo por sus conquistadores provocaron su indignación y compasión.


Meditación completamente original sobre sí mismo

 

Aunque aparentemente era un católico romano leal, si no ferviente, Montaigne desconfiaba de todas las pretensiones humanas de conocimiento de una experiencia espiritual que no está ligada a una realidad vivida concretamente. Se negó a especular sobre una trascendencia que está más allá del conocimiento humano, creyendo en Dios pero negándose a invocarlo de manera necesariamente presuntuosa y reduccionista.




A pesar de conocer a los filósofos clásicos, sus ideas brotan menos de sus enseñanzas que de una meditación sobre sí mismo completamente original, que extiende a una descripción del ser humano y una ética de la autenticidad, la auto aceptación y la tolerancia. Los Ensayos son el registro de sus pensamientos, presentados no en etapas organizadas artificialmente, sino tal como ocurrieron y se repitieron en diferentes formas a lo largo de su actividad de pensamiento y escritura.

 

Los Ensayos encarnan un profundo escepticismo hacia las pretensiones peligrosamente infladas de conocimiento y certeza de los seres humanos, pero también afirman que no hay mayor logro que la capacidad de aceptarse a uno mismo sin desprecio ni ilusión, en la plena realización de las propias limitaciones y de su riqueza.




Lectores de Montaigne

 

No todos sus contemporáneos expresaron el entusiasmo de Marie de Gournay, quien se desmayó de emoción ante la primera lectura de los Ensayos. Reconoció en el libro toda la fuerza de una mente inusual que se revelaba a sí misma, pero la mayoría de los intelectuales de la época prefirieron encontrar en Montaigne una segura reencarnación del estoicismo.







Montaigne continúa siendo estudiado en todos los aspectos de su texto por un gran número de eruditos y siendo leído por personas de todos los rincones de la tierra. En una era que puede parecer tan violenta y absurda como la suya, su rechazo al fanatismo y la intolerancia y su lúcida conciencia del potencial humano para la destrucción, junto con su creencia en la capacidad humana para la autoevaluación, la honestidad y la compasión, apela de manera tan convincente como siempre, para muchos que encuentran en él un guía y un amigo.





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